Jun 30, 2020 Bienestar
Las auténticas leyes de vida no las marca un código legal ni los mandatos familiares. Tampoco los nuevos falsos gurús de hoy en día que pretenden convencernos sobre cómo ser felices.
La ley de vida la marca uno mismo cuando, poco a poco, se da cuenta de dónde están los límites, dónde el sentido del respeto, la convivencia. Y esa magia que nos permite disfrutar en armonía los unos de los otros. Te proponemos reflexionar acerca de tres aspectos que, sin duda, te servirán de ayuda.
Leyes de vida
Para empezar, hay cosas que no se aprenden en los libros; las vamos descubriendo a base de equivocarnos, de observar y de deducir. A través de esas interacciones, donde hemos hallado la felicidad y donde, sin duda, hemos conocido también el dolor.
Decía Mario Benedetti en uno de sus poemas que podemos lamentarnos de todo. Que podemos sufrir porque las rosas tienen espinas y porque hoy cae tormenta.
Si nos enfocamos en «querer sufrir», sufriremos. Sin embargo, a veces basta con tener el corazón humilde y agradecer que estamos vivos o que las rosas tienen espinas. Pero que, al fin y al cabo, también ese elemento las hace bellas.
Así pues, hemos de entender que el equilibro de nuestro día a día está en nuestra actitud. Además, también está en esas leyes de vida que uno mismo se impone para permitirse ser un poco más feliz.
1. Vive sin aparentar
La primera de estas leyes de vida es aprender a vivir lejos de las apariencias. Si lo pensamos bien, nuestro mundo ya se sustenta en exceso en la falsedad. En esas imágenes donde el marketing guía muchas de nuestras acciones cotidianas.
- El mundo de la publicidad, de las modas y la televisión se sustenta en esas falsas apariencias que muchos intentan imitar o alcanzar.
- Asimismo, en nuestros entornos más cercanos, algo que no vemos muy a menudo es la autenticidad.
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¿Qué esconde la necesidad de aparentar?
Esa cercanía humilde donde no se busca ni se pretende nada, solo expresarse tal y como uno es, se alza como un valor en retroceso en el que deberíamos invertir. La necesidad de aparentar camufla, además, una serie de procesos psicológicos que es necesario conocer:
- Una baja autoestima y la inseguridad de no ser aceptados si nos mostramos tal y como somos de verdad.
- Necesidad de ser validados. Las apariencias y las falsedades nos hacen creer que, de ese modo, seremos aceptados por la sociedad.
- La falsedad camufla también una identidad que desea ser solapada para conseguir algún interés. Si yo me muestro amable ganaré tu confianza para obtener algo de tu persona.
2. Amar sin depender
La segunda de estas leyes de vida se refiere al amor. Otra dimensión que la mayoría de personas termina descubriendo a lo largo de su ciclo vital es que el amor no gana nada si lo basamos en la dependencia. Pocas dimensiones necesitan de tanta expresividad, libertad, autenticidad y carácter como el amor.
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- Cuidado con la relación que queda sometida a la dependencia del otro. Puede llegar hasta el punto de diluirnos y de convertirnos en sombras del ser querido. Esto nos aboca, poco a poco, a la frustración.
- La dependencia afectiva genera infelicidad y, tarde o temprano, aparece la depresión.
- Pocas leyes de vida son tan sabias como aquellas que nos permiten querernos primero a nosotros mismos.
- Sin embargo, nuestra sociedad, e incluso nuestra familia, nos recuerda lo mismo. Que en el amor todo vale y que si quieres a alguien, lo darás hasta tu último aliento.
- Si bien es cierto que hay muchos tipos de amor, lo que nunca podemos llevar a cabo es una renuncia de nosotros mismos. Aunque sea nuestro hijo o nuestra pareja.
En primer lugar, porque «renunciar» a nosotros mismos supone no dar lo mejor de nuestra persona a quienes amamos. Alguien con una baja autoestima no está al 100% de su energía vital, psíquica ni afectiva.
Seamos creadores del amor, no sumisos. Seamos arquitectos de las relaciones saludables, no simples dependientes.
3. Habla sin ofender
Eric Berne fue el padre del «Análisis Transaccional». Esta referencia nos lleva a hablar de la tercera de las leyes de vida que vamos a comentar.
Este enfoque psicológico nos enseña que las personas construimos también nuestra identidad y nuestra autoestima en base a determinadas cosas. En concreto, a las transacciones o intercambios afectivos y sociales que recibimos de las personas que nos educan, o que interaccionan con nosotros cada día.
- Cuando «cargamos» nuestras palabras con ofensas encubiertas, con ironías o desprecios ofrecemos lo que Eric Berne definió como caricias emocionales negativas.
- Este tipo de «caricias» ejercidas a través del lenguaje pueden hacer más daño que un golpe, que una agresión física. Es una vulneración a nuestra persona que mucha gente ejerce casi sin darse cuenta.
- Hay quien en lugar de hablar, grita. Hay quien está acostumbrado a despreciar. O quien hace bromas pensando que de ese modo, lo que provoca es agrado, aunque lo que consigue es dañar.
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Es necesario que cuidemos nuestro lenguaje y nuestro tono. Que elijamos bien las palabras para que estas caricias emocionales sean siempre positivas. De este modo invertimos en convivencia, en respeto.
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