Los estilos de crianza: ¿qué clase de padre o madre soy?

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Jun 30, 2020   Maternidad

Los estilos de crianza son construcciones relacionales que implican los comportamientos, actitudes, gestos, mensajes verbales y paraverbales de los padres hacia los hijos y las estrategias comunicacionales o técnicas y tácticas que utilizan para hacerles crecer, tanto conscientes y voluntarios como involuntarios.

Ninguna institución enseña a ser padres, sino que este rol se aprende a partir del tipo de crianza recibida y se caracteriza por aquellas acciones y correcciones que los padres creen como correctas. Así, la familia de origen es el patrón de referencia a la hora de criar a los hijos.

Sin embargo, los padres también son un espejo en el que se miran sus hijos y estos les devuelven su reflejo. O sea, los estilos de crianza involucran el paso de información involuntaria. De esta manera, los padres son más transparentes de lo que creen: transmiten valores, creencias, formas de expresión afectiva, estilos comunicacionales, mandatos, etc. Profundicemos a continuación.

Padre hablando con su hijo

Qué tipo de padre o madre soy

Una de las mejores teorías conocidas sobre los estilos de crianza fue desarrollada por la psicóloga Diana Baumrind. Clasificó a los padres y madres en cuatro categorías:

  • Autoritarios: se caracterizan por decir a sus hijos exactamente lo que tienen que hacer.
  • Permisivos: permiten que sus hijos hagan lo que quieran.
  • Democráticos: proporcionan normas y orientación sin llegar a ser dominantes.
  • Negligentes: no tienen en cuenta a sus hijos y sus intereses están enfocados hacia otras áreas.

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Democráticos

Son padres equilibrados y que mantienen una comunicación frecuente y abierta en la que el diálogo es el mejor método para conseguir que los niños mejoren su comprensión.

Son exigentes y receptivos y están centrados en sus hijos, además quieren que a través del proceso de crianza se conviertan en autónomos y maduros. Además, entienden los sentimientos de sus hijos y les enseñan a gestionarlos.

Generalmente no son tan controladores, lo que permite que el niño incursione en sus experiencias con mayor libertad, dejando así que tomen sus propias decisiones basadas en sus propias ideas.

Este tipo de padres, al apoyar la iniciativa personal de los hijos, les permiten que sean ellos mismos quienes resuelvan los problemas que se les presentan en el día a día. Esto conlleva a que la autonomía se afiance.

Cuando colocan una punición, explican los motivos del castigo que, por lo general, son medidos, nada severos y tampoco arbitrarios, ya que aunque suelen perdonar tratan de enseñar en lugar de castigar. Esto supone que debe tener como resultado que los niños tengan una autoestima más alta y se vuelvan más autónomos de forma paulatina.

Proponen normas claras y establecen límites afectivamente. También permiten a los niños desarrollar su independencia y esperan un comportamiento maduro, pero siempre adecuado para la edad de los hijos, es decir, un comportamiento acorde para su ciclo evolutivo.

Valoran a los hijos y están atentos a sus necesidades y preocupaciones e intereses. Por estas razones, se lo considera el estilo más recomendado.

Autoritarios

Son progenitores hiperexigentes, no receptivos y tienen altas expectativas con sus hijos. Imponen un régimen totalitario que se caracteriza por las altas expectativas de cumplimiento de normas familiares y existe poco diálogo abierto entre padres e hijos y menos para discutir una orden.

Son padres con un estilo restrictivo que castigan cuando no se cumple lo que trataron de imponer y esperan que los hijos respeten el trabajo y el esfuerzo que ellos realizan en la crianza.

No facilitan el diálogo y, a veces, lo rechazan como medida disciplinaria. Por ejemplo: «hasta que no hagas lo que te digo, no me vuelvas a dirigir la palabra» y, a menudo, la única explicación que dan es del tipo porque yo lo digo.

Son menos sensibles a las necesidades de sus hijos y tienen más probabilidades de golpear o gritar a un niño en lugar de discutir el problema. Los hijos que son fruto de este tipo de crianza pueden tener menos habilidades sociales porque los padres, por lo general, les dicen lo que deben hacer, en lugar de permitirles que elijan por sí mismos.

Son progenitores que ejercen la disciplina sin otorgarles la mínima autonomía a sus hijos y que consideran la obediencia como una virtud, por lo que se favorecen las medidas de castigo o fuerza.

Permisivos

Se trata de padres muy sensibles a las necesidades del niño y sus deseos y se caracterizan por tener pocas expectativas de comportamiento hacia ellos. Es un estilo de crianza en el cual los padres están muy involucrados, pero con escasas exigencias y control sobre la vida de sus hijos. La ausencia de límites impide que los hijos adquieran habilidades de autocontrol.

Los hijos de padres permisivos tienden a ser inmaduros, no controlan sus impulsos ni son socialmente responsables, tienden a ser más impulsivos y en la adolescencia pueden participar más en un conductas marginales. Los niños nunca aprenden a controlar su propio comportamiento y siempre esperan salirse con la suya.

Este estilo de crianza genera niños consentidos o niños malcriados que extreman sus conductas si no se hace lo que ellos quieren.

Brazos de niños y madre

Negligentes

Estos padres y madres no son ni exigentes ni flexibles. También se les llama no implicados o desentendidos. Son fríos y controladores y no suelen estar involucrados en la vida de sus hijos. De esta manera, no exigen ni establecen límites ni los llevan a la adopción de responsabilidades.

Los niños cuyos padres son negligentes desarrollan el sentido de que otros aspectos de la vida de los padres son más importantes que ellos.

Los padres negligentes suelen omitir las emociones y opiniones de sus hijos y tampoco los respaldan, pero proveen sus necesidades básicas (vivienda, educación, alimentación). A menudo, se encuentran ausentes a nivel emocional y, a veces, incluso físicamente; es decir, aunque estén presentes físicamente no hay comunicación.

No son o no pueden ser sensibles a las necesidades de los niños y no les exigen nada en sus expectativas de comportamiento. Quienes han crecido y vivido en un ambiente negligente, en su vida adulta pueden presentar problemas emocionales y conductuales.

La falta de afecto y consejo en estos niños y adolescentes conlleva efectos muy negativos en su desarrollo. Por ello, se sienten inseguros, desvalorizados y dependientes. Tienen dificultades a la hora de socializarse y baja tolerancia a la frustración.

Tipologías específicas de estilos de crianza

En mi trabajo con adolescentes he visto una serie de particularidades parentales en entrevistas con padres y madres. Basándome en la tipología de Baumrind destaco de manera sintética algunas tipologías parentales, aunque debe tenerse en cuenta que no hay estilos de crianza puros, muchas veces son combinaciones que dan un sesgo particular a la parentalidad.

  • Culposos: son los padres que si ponen límites se sienten culpables. Buscan ser reconocidos y queridos por sus hijos y para su imaginario, el NO implica correr el riesgo de ser rechazados.
  • Exigentes: estimulan a los hijos conociendo las posibilidades de cada uno, los valoran y motivan.
  • Hiperexigentes: siempre marcan lo que no se logró. No valoran lo que se hizo, sino lo que faltó hacer. Es una manera implícita de desvalorizar.
  • Autoritarios: son dictadores que no explican el porqué de sus límites y órdenes. No importa lo que los hijos deseen, sino lo que ellos creen que es lo mejor para ello.
  • Limiteros oportunamente: son los papás y mamás que colocan límites efectivos, claros, flexibles y explicados.
  • Superdadores: son padres que creen que dar y abastecer todas las necesidades y comodidades les asegura el crecimiento de los hijos.
  • Permisivos unlimited: padres que contemplan en demasía lo que los hijos desean y no colocan frenos a sus ideas. Faltan los límites. Tienden a no guiar y terminan por debajo de la autoridad de los propios hijos.
  • Demandantes: estos padres necesitan afecto y reconocimiento de los hijos, buscan agradarlos y ser valorados por ellos. Están convencidos de que los hijos no están en otro lugar mejor que en casa.
  • Gallinaceos sobreprotectores: cuidan en extremo a los hijos no estimulándolos a la independencia. Son básicamente miedosos de que algo les puede pasar. Actúan y hacen por ellos.
  • Proyectores: son los que intentan volcar sus deseos frustrados en los hijos. Lo que no pudieron concretar en su propia vida, lo colocan en ellos. No escuchan sus deseos.
  • Dadores: son padres que guían a sus hijos. Les proporcionan consejos pero les dan libertad para que hagan su camino de experiencias. Pueden dar materialmente, pero como un trampolín hacia la independencia. Saben soltarlos.
  • Omnipotentes: todo lo pueden. Les ofrecen a los hijos todo lo que necesitan y más. Están convencidos de que es la mejor manera de ser padres. Sueldo de hijos, coche y pagos varios.
  • Comunicadores: priorizan comunicar, explicitar lo que está tácitamente implicado en la familia. No presionan sino que respetan los tiempos, preguntan, evitan suponer.
  • Libertadores: estimulan la libertad y la independencia, son casi expulsivos, pero sin medir las reales posibilidades emocionales o de madurez de los hijos para independizarse.
  • Valorizadores: son nutritivos emocionalmente. Expresan el afecto y la valoración con la palabra y el acto pero además lo muestran en su propia actitud.

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Padre mirando a su hijo

Existen algunas combinaciones letales de estilos de crianza como las siguientes:

  • Libertadores y omnipotentes: no solo estimulan la libertad sin medidas sino que abastecen en todo y no dejan crecer a los hijos. Les dan un departamento para que vivan solos, pero cubren todos sus gastos. Suelen entrampar a los hijos, pues los estimulan a la independencia, pero abastecen todas sus necesidades.
  • El malo y el bueno: puede ser un progenitor autoritario y un culposo. Uno coloca límites extremos, rígidos, ordena y castiga. Mientras que el otro cubre, protege y justifica. Es un triángulo que favorece la coalición.
  • Culposos permisivos: no permiten acciones sin límites y tampoco se sienten culpables si los establecen, razón por la que inexorablemente terminan siendo hijos de sus propios hijos. Es decir, se establece una jerarquía inversa: hijos que dominan y padres sometidos.
  • Proyectores hiperexigentes: no solo no ven a sus hijos y sus deseos o aspiraciones, sino que además les hiperexigen desconociendo lo que ellos quieren y fundamentalmente pueden. Les suelen marcar lo que les falta, de acuerdo a parámetros donde ellos se proyectan. Si se les suma la característica de padres autoritarios, se agrava más el cuadro.

Una parentalidad nutritiva y funcional es aquella que favorece el crecimiento, la autonomía, la comunicación, las expresiones afectivas y los límites claros. Reúne, entonces, las siguientes características: Padres y madres valorizadores + Dadores afectivos + Exigentes productivos + Limiteros oportunamente + Comunicadores.

Lejos de la utopía de la parentalidad ideal y cerca de la saludable y funcional, ejercer un buen estilo de crianza es un aprendizaje cotidiano en esta hermosa tarea de ser padres y madres.