Antibióticos para las infecciones urinarias

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Jun 30, 2020   Salud

Las infecciones urinarias son una afección relativamente común, que se presenta más frecuentemente en las mujeres, debido a su configuración urogenital. Se estima que al menos una de cada cinco mujeres padecerá algún tipo de infección urinaria a lo largo de su vida.

Las infecciones urinarias tienen lugar en cualquier parte del sistema urinario. Es decir, pueden localizarse en la vejiga, riñones, uréteres o uretra. Sin embargo, se estima que el 80 % de los casos corresponden a infecciones en las vías urinarias bajas, es decir, en la vejiga y la uretra.

La forma más común de infección urinaria es la cistitis en las mujeres y la prostatitis en los hombres. En los adultos mayores, la incidencia de la enfermedad es similar en ambos sexos. Los factores estacionales o geográficos no parecen tener ninguna influencia en estos casos.

Las infecciones urinarias

Remedios infecciones urinarias

Los agentes responsables de las infecciones urinarias son las bacterias. Entre el 70 % y el 90 % de los casos se deben a la acción de la bacteria Escherichia coli. En menor medida, hay presencia de bacterias como Proteus mirabilis, Staphilococcus coagulasa, Klebsiella pneumoniae y Enterococcus faecalis.

Hay personas que tienen mayor propensión a desarrollar infecciones urinarias. Principalmente quienes sufren de diabetes, inmunodepresión o están en una edad avanzada. También hay mayor riesgo de infección en quienes tienen una vejiga neurógena, portan sonda o catéter urinario o presentan un vaciado incompleto de la vejiga.

Las infecciones del tracto urinario más comunes en los hombres son la prostatitis, la uretritis, la epididimitis y la orquitis. En las mujeres, la cistitis, recurrente o no, y la bacteriuria asintomática (especialmente por embarazo y/o síndrome miccional).

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El uso de antibióticos

Lo usual es que se acuda a los antibióticos como tratamiento de primera línea para combatir las infecciones urinarias. Los más utilizados son los que pertenecen a alguno de los siguientes grupos:

  • Las quinolonas. Se emplean en el tratamiento de infecciones urinarias bajas. Por lo general, se administran primero por vía intravenosa y luego por vía oral, ya que presentan buena absorción digestiva. Son utilizables en mujeres embarazadas, después del tercer trimestre de gestación.
  • Los aminoglucósidos. Son antibióticos bactericidas, especialmente empleados cuando la causa de la infección son los bacilos gramnegativos. Se utilizan por lapsos breves, debido a que tienen efectos tóxicos.
  • Cefalosporinas. No se recomienda el uso de las cefalosporinas de primera generación, sino solamente las de segunda generación para infecciones leves y las de tercera generación para infecciones más graves.
  • Aminopenicilinas/inhibidores de la betalactamasa. Especialmente recomendadas para infecciones leves y para las mujeres embarazadas, ya que no afectan al feto. Muchas bacterias son resistentes a ellas.
  • Trimetoprim/sulfametoxazol (TMP/SMX). Solo se utilizan si se ha identificado específicamente la bacteria que causa la infección y se ha establecido que es sensible a este medicamento. De lo contrario, no es aconsejable.
  • Nitrofurantoína. Se emplea principalmente para evitar la recurrencia de la infección, pero no es aconsejable para mujeres en el primer trimestre de gestación.
  • Fosfomicina-trometamol. Es eficaz frente a las bacterias grampositivas y gramnegativas. Tiene una dosis única y es uno de los grupos de antibióticos más empleados y eficientes.

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Datos a tener en cuenta

Cepas resistentes a antibióticos

El tratamiento con antibióticos se hace teniendo en cuenta cuál es el agente específico que causa las infecciones urinarias. Sin embargo, teniendo en cuenta que la mayoría de los casos se originan por la  Escherichia coli, lo indicado es iniciar el tratamiento para esta, mientras se obtienen los resultados de laboratorio.

Los antibióticos, así como la mayoría de los medicamentos, tienen efectos secundarios. Algunos de ellos son inmediatos y, por lo tanto, aparecen poco después de la ingesta. Suelen incluir fiebre, náuseas, diarrea, vómito, dolor de cabeza, erupciones, problemas en los tendones y daño a los nervios.

Otros efectos secundarios pueden aparecer a medio y largo plazo. Esto se debe, principalmente, a que la mayoría de los antibióticos afectan la flora vaginal e intestinal y aumentan la predisposición a la proliferación bacteriana o micótica en el aparato ginecológico y en el digestivo.

El mayor problema es que las bacterias se vuelven resistentes al tratamiento de antibióticos con relativa facilidad.

Los científicos esperan que, en los próximos años, las bacterias desarrollen resistencias frente a antibióticos como el norfloxacino, ciprofloxacino, amoxicilina, ampicilina y otros. De momento, solo la fosfomicina-trometamol parece ser suficientemente sólida frente a ese efecto.