Cómo identificar si tu hijo tiene retraso psicomotor

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Jun 30, 2020   Maternidad

Nos llena de emoción el día en que nuestro bebé sonríe, se sienta, gatea o se para. En los primeros 5 años de vida, los niños alcanzan distintos indicadores de desarrollo. De no lograrlos en el tiempo previsto, los padres acuden angustiados al pediatra para identificar si su hijo tiene algún retraso psicomotor.

Es importante no alarmarse de más. El hecho de que un niño presente problemas en la forma en que juega, aprende, habla y actúa puede ser una tardanza natural en el ritmo de desarrollo. Cada niño tiene su propio ritmo de crecimiento.

Solo un neuropediatra puede interpretar estas señales como indicadores de un retraso psicomotor. Después de hacer los estudios correspondientes podrá dar el diagnóstico y establecer la terapia que necesita el niño para desarrollar sus habilidades y destrezas fundamentales.

¿Qué causa un retraso psicomotor?

Gracias al cribado prenatal o prueba del talón, cada vez es menos frecuente que haya bebés con retraso psicomotor causado por enfermedades congénitas. Esta sencilla prueba de sangre permite detectar y tratar precozmente estas enfermedades, antes de que se vea afectado el desarrollo cerebral, físico y locomotor del niño.

La prueba del talón se hace a los pocos días de nacido. Mediante una punción en el talón se extraen unas gotas de sangre que permiten detectar los problemas metabólicos que pueda tener el bebé e iniciar tratamiento a la mayor brevedad para evitar daños en el desarrollo del bebé.

Aún así, hay casos en los que se presenta un retraso psicomotor. Las causas pueden ser alteraciones genéticas o problemas adquiridos en el útero o durante el parto que afecten el desarrollo cognitivo y motriz.

No hay exactitud científica en qué causa el retraso. Solo el cuidadoso estudio y seguimiento del caso podrá determinar si el retraso psicomotor es causado o es la primera fase de un problema mayor:

  • Enfermedades crónicas extraneurológicas, como enfermedad celíaca, desnutrición, hospitalizaciones frecuentes y prolongadas, cardiopatías
    congénitas, etc.
  • El efecto de un déficit sensorial aislado, como la sordera neurosensorial.
  • Una futura deficiencia mental ligera o severa.
  • Parálisis cerebral infantil con sus diversas formas clínicas.
  • Trastorno del desarrollo de la coordinación, frecuentemente asociado al Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH).
  • Trastorno de la gama autista.

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¿Cómo identificar el retraso psicomotor?

Un niño que en sus primeros 3 años de vida presenta una secuencia lenta o notoriamente alterada en el logro de los hitos de desarrollo puede tener un diagnóstico de retraso psicomotor. Este retraso puede ser global, que afecta no solo las destrezas motrices sino también las habilidades para comunicarse, jugar o en la interacción social. En otras ocasiones, se hace evidente solo en un área específica.

También hay niños que muestran los primeros hitos del desarrollo psicomotor con relativa normalidad. Después del segundo año es cuando se hace evidente un retraso en el lenguaje y una relativa pobreza en la forma en que juega.

El especialista es quien puede comparar la evolución del niño con instrumentos como las tablas de desarrollo o tests que le permitan valorar si existe alguna anormalidad. No obstante, no hay ninguna prueba médica (como una analítica o una técnica de imagen) que le permita confirmar el diagnóstico.

¿Qué podemos hacer los padres?

En primer lugar, hay que mantener la calma, pues el niño necesita de nuestro apoyo para superarse. El especialista será quién determine qué se debe hacer en cada caso. Sin embargo, podemos estar atentos a las siguientes señales:

A los 2 meses

  • El bebé no responde ante ruidos fuertes.
  • No sigue con la vista a las cosas que se mueven.
  • No sonríe a las personas.
  • Cuando está boca abajo y empuja la cabeza hacia arriba, no puede sostener la cabeza en alto.
  • No se lleva las manos a la boca.

A los 4 meses

  • No sigue con la vista a las cosas que se mueven.
  • No sonríe a las personas.
  • Le cuesta sostener la cabeza con firmeza.
  • No se lleva las cosas a la boca.
  • No gorjea ni hace sonidos con la boca.
  • Tiene dificultad para mover uno o los dos ojos en todas las direcciones.
  • No empuja con los pies cuando le apoyan sobre una superficie dura.

A los 6 meses

  • El bebé no trata de agarrar cosas que están a su alcance.
  • No demuestra afecto por quienes le cuidan.
  • No reacciona ante los sonidos de alrededor.
  • Tiene dificultad para llevarse cosas a la boca.
  • No se ríe ni hace sonidos cuando siente placer.
  • No rueda en ninguna dirección para darse vuelta.
  • Se ve rígido y con los músculos tensos o, por el contrario, se ve sin fuerza y flácido.
  • No emite sonidos de vocales (a, e, o).

A los 9 meses

  • El bebé no se sienta con ayuda.
  • No se sostiene en las piernas con apoyo.
  • No balbucea (mamá, tata, papá).
  • Jugar por turnos, como “primero me toca a mí, ahora te toca a ti” es algo que no puede hacer.
  • No responde cuando le llaman por su nombre.
  • No parece reconocer a las personas cercanas.
  • Señala, pero no dirige la mirada hacia donde lo hace.
  • No pasa juguetes de una mano a la otra.

A los 12 meses

  • El bebé no gatea.
  • No puede permanecer de pie con ayuda.
  • No busca las cosas que ve cuando son escondidas.
  • Hay gestos como saludar con la mano o mover la cabeza que no aprende.
  • No señala cosas.
  • No dice palabras sencillas como “mamá” o “papá”.

A los 18 meses

  • Le cuesta caminar.
  • No señala cosas para mostrárselas a otras personas.
  • No sabe para qué sirven cosas que comúnmente se usan en su cuidado o en el hogar.
  • Entre sus comportamientos no figura la imitación o copiar lo que hacen las demás personas.
  • No aprende nuevas palabras o no sabe por lo menos 6 palabras.
  • No se da cuenta o no parece importarle si la persona que lo cuida se va a o regresa.

A los 2 años

  • No usa frases de dos palabras. Por ejemplo: dame agua.
  • No copia acciones ni palabras.
  • Es incapaz de usar objetos de uso común, como un cepillo de dientes, el teléfono, el tenedor o una cuchara.
  • No puede seguir instrucciones sencillas.
  • Además, camina con poca estabilidad.

A los 3 años

  • Se cae mucho o tiene problemas para subir y bajar escaleras.
  • No mira a las personas a los ojos.
  • Le resulta difícil jugar con juguetes sencillos, como tableros de piezas para encajar, rompecabezas sencillos o girar una manija.
  • No usa oraciones para hablar.
  • No entiende instrucciones sencillas.
  • La imaginación no aparece en sus juegos ni tampoco imita.
  • No quiere jugar con otros niños ni con juguetes.
  • Babea o no se le entiende cuando habla.

A los 4 años

  • No puede saltar en el mismo sitio.
  • Tiene dificultades para hacer garabatos.
  • No muestra interés por los juegos interactivos o de imaginación.
  • Ignora a otros niños o no responde a las personas que no son de la familia.
  • Se niega a vestirse, dormir y usar el baño.
  • No puede relatar su cuento favorito.
  • No sigue instrucciones de 3 partes.
  • Habla con poca claridad.
  • No entiende lo que se quiere decir con “igual” y “diferente”.
  • No sabe usar correctamente las palabras “yo” y “tú”.

A los 5 años

  • No puede decir su nombre y apellido.
  • No expresa una gran variedad de emociones.
  • Tiene comportamientos extremos. Por ejemplo: demasiado miedo, agresión, timidez o tristeza.
  • Se distrae con facilidad, tiene problemas para concentrarse en una actividad durante más de 5 minutos.
  • No responde a las personas o lo hace solo superficialmente.
  • No puede distinguir la fantasía de la realidad.
  • Es demasiado retraído y pasivo.
  • No juega a una variedad de juegos y actividades.
  • No habla de sus actividades o experiencias diarias.
  • Le resulta imposible cepillarse los dientes, lavarse y secarse las manos o desvestirse sin ayuda.
  • No dibuja.

Para finalizar

A partir del primer año de vida, si el niño pierde habilidades o destrezas que ya había adquirido, debe considerarse como una señal de alerta que amerita la inmediata atención del pediatra o del neuropediatra.

Cuando un especialista señala que hay retraso psicomotor, es un diagnóstico provisional, ya que hay que esperar la evolución del niño. Si el retraso es persistente en los primeros años de vida puede ser el preludio de un futuro diagnóstico de retraso mental.

A los padres nos corresponde mantener la calma y apoyar la estimulación temprana de nuestro hijo. Hay que evitar culpabilizarse. Cualquiera que sea el motivo del retraso psicomotor de nuestro hijo, debemos aprender a convivir con él y procurar el mayor desarrollo de sus destrezas y potencialidades.