Hepatitis C

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Jun 30, 2020   Salud

En el presente artículo veremos todo lo relacionado con la hepatitis C: Sus causas, síntomas y tratamiento. El hígado se encarga de funciones tan elementales como ayudar a la digestión, almacenar energía y eliminar toxinas y desechos. Es imprescindible mantener una buena salud hepática para mantener el resto de órganos y sistemas en correcto funcionamiento.

La inflamación del hígado se conoce como hepatitis. En nuestro caso, la hepatitis C es causada por el virus de la hepatitis C. También, hay que señalar que el contagio se produce generalmente por el contacto con la sangre infectada o por relaciones sexuales. A veces, se da el contagio de una madre a su hijo en el momento del parto.

Hepatitis: aspectos preliminares

Cabe destacar que no todas las hepatitis son infecciosas, por lo tanto, se clasifican en las siguientes categorías:

  • Hepatitis no infecciosas. El daño hepático no se debe a la infección por un microorganismo. Dentro de estas se encuentran las hepatitis inducidas por fármacos, por alcohol y por el abuso de drogas. Además, se incluyen también las hepatitis de origen autoinmune y de origen metabólico (Síndrome de Wilson) entre otras.
  • Hepatitis infecciosas. Son resultado de la infección por un microorganismo, tanto virus como bacteria, si bien las víricas son más frecuentes. Las hepatitis de origen vírico pueden deberse a virus específicos para la hepatitis o a virus no específicos. Los virus no específicos causantes del cuadro son el virus de Epstein – Barr y el Citomegalovirus. 
Virus Epstein-Barr

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Hepatitis víricas

Las hepatitis producidas por los virus específicos se clasifican en función de la vía de transmisión: entérica o sérica.

  1. Hepatitis de transmisión entérica.
    Dentro de las hepatitis de transmisión entérica están la hepatitis A y la hepatitis E. En estos casos, el contagio es por medio de agua o alimentos contaminados.
    La hepatitis de transmisión entérica suele ser endémica en países en vías de desarrollo y afecta principalmente a los sectores de la población más jóvenes. Esto ocurre porque, tanto las medidas como las condiciones sanitarias, son deficientes o nulas. Mientras, en los países desarrollados, la hepatitis de transmisión entérica es más frecuente en adultos y suele darse en forma de brotes esporádicos.
  2. Hepatitis de transmisión sérica.
    En estos casos, el contagio es por vía parenteral o por vía sexual. Por vía parenteral se da por medio de transfusiones de sangre o jeringas contaminadas, por ejemplo. En cambio, por vía sexual, el virus está presente en los diferentes fluidos; las más comunes por vía sexual son la hepatitis B, D y la hepatitis C.

    • El virus de la hepatitis D se asocia siempre al de la hepatitis B, nunca se encuentra sólo.

Virus de la hepatitis C

Se trata de un virus de la familia Flaviviridae con RNA monocatenario. La hepatitis C solo afecta al ser humano y al chimpancé. En total, existen 6 genotipos del virus con diferente distribución geográfica. Si bien no hay diferencias en la clínica que producen, sí responden de manera diferente al tratamiento. Además, el genotipo está implicado con la evolución de la enfermedad.

Clínica de la hepatitis C

Una vez producido el contagio, la infección es asintomática en la mayoría de los casos (que constituyen un 85%), de modo que solo aparecen síntomas de infección aguda en un 15% de los pacientes. La sintomatología aguda inicial suele ser leve y poco específica:

  • Fatiga.
  • Náuseas y vómitos.
  • Febrícula (fiebre > 38º C).
  • Disminución del apetito y pérdida de peso.
  • En un pequeño porcentaje de pacientes, aparece un cuadro de ictericia.

La ictericia no es resultado de la acción directa del virus sobre las células del hígado. De hecho, ningún virus de la hepatitis daña los hepatocitos. El daño celular es resultado de la respuesta inmune mediada por los linfocitos T citotóxicos y las células asesinas (NK) o natural killers.

En consecuencia, se liberan al torrente sanguíneo la bilirrubina y las transaminasas. La bilirrubina es la responsable de la aparición de ictericia. La liberación de las transaminasas al torrente sanguíneo, provoca el característico aumento de la concentración de estas sustancias. Tras esta fase aguda de la infección, el cuadro puede evolucionar en tres direcciones:

  • Cronificación en un 85% de los casos y un 90% en personas VIH+.
  • Curación, sin secuelas, en algo más del 10 % de los casos (normalmente en mujeres jóvenes).
  • Fallo hepático fulminante (menos del 1% de los casos).

¿Qué ocurre cuando se cronifica la infección?

Si bien la infección aguda es leve o asintomática, el mayor problema asienta en el riesgo de cronificación. Durante las primeras décadas la sintomatología es casi inexistente, apareciendo fundamentalmente síntomas poco específicos como el cansancio crónico. Después de este periodo, la hepatitis C crónica dispara el riesgo de cirrosis y de cáncer de hígado.

  • Hasta un 30% de las personas infectadas con más de 30 años de edad desarrolla cirrosis. El riesgo aumenta en personas infectadas también por el virus de la hepatitis B y en personas con VIH. Asimismo, es más elevado en alcohólicos y en varones.
  • Las personas con cirrosis corren un riesgo 20 veces mayor de padecer un carcinoma hepatocelular. Este se trata del tumor de hígado maligno más frecuente, cuyo pronóstico ha mejorado en los últimos años.
Hígado con hepatitis C crónica que ha derivado en una cirrosis

Los pacientes con hepatitis C crónica presentan muy frecuentemente síntomas extra hepáticos:

  • Vascuilits (inflamación de los vasos sanguíneos).
  • Criglobulinemia (presencia en sangre de inmunoglobulinas que precipitan con el frío).
  • Glomerulonefritis (alteración de la estructura y función del glomérulo renal).
  • Aumento del riesgo de padecer linfomas.

El diagnóstico de hepatitis C

El diagnóstico de hepatitis C suele realizarse en fase crónica. Durante la fase aguda, la clínica es inexistente o inespecífica, motivo por el que la infección puede pasar inadvertida. El diagnóstico se basa en la determinación de la presencia de anticuerpos contra el virus mediante la técnica ELISA. Se confirma mediante la técnica PCR (Reacción en Cadena de la Polimeras), que permite detectar la presencia del material genético del virus (RNA) en sangre.

Científico practicando PCR a un paciente susceptible de tener hepatitis C

La PCR debe realizarse 2 veces, estando separadas estas por un margen de tiempo de, al menos, 6 meses. Se puede establecer que la infección no está activa cuando, en presencia de anticuerpos contra el virus, la PCR no detecta su material genético.

La biopsia hepática es la técnica que mejores resultados ofrece, dada toda la información que se puede obtener. Pese a todas las ventajas, esta técnica es altamente invasiva. Debido a ello, se buscan nuevas técnicas menos invasivas que permitan medir el grado de fibrosis hepática, como la elastografía.

¿Cómo se hacen los test de cribado y quién debe hacérselos?

Se aconseja realizar una serología únicamente a la población de riesgo. Está desaconsejado realizar el test de manera sistemática. Muchas veces los procedimientos son costosos, innecesarios y molestos para las personas. Siempre se atenderá a la ética y a las buenas prácticas. Consulta las últimas recomendaciones de la OMS al respecto.

Tratamiento de la hepatitis C

Todos los pacientes son considerados candidatos a un tratamiento antiviral. Esto incluye tanto a aquellos que no han sido tratados previamente, como a aquellos que no respondieron a un tratamiento anterior. Salvo en casos excepcionales, el interferón nunca se plantea como posibilidad terapéutica.

Recientemente, han aparecido nuevos fármacos eficaces: los antivirales de acción directa. La elección de uno u otro dependerá del genotipo del virus. Estos nunca deben darse en monoterapia. Además, se aconseja la adición de ribavirina al régimen terapéutico.

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Profilaxis

Está desaconsejado realizar profilaxis con inmunoglobulina tras una exposición accidental. Por otra parte, es importante saber que no existe una vacuna contra el virus de la hepatitis C. Las medidas preventivas van dirigidas a evitar el contagio por vía parenteral.