Jun 30, 2020 Salud
El SIDA o síndrome de inmunodeficiencia adquirida, es una enfermedad incurable que debilita el sistema inmunológico. En algunas ocasiones, el SIDA deja completamente inutilizado al sistema inmunitario. Llega hasta tal punto que las infecciones más comunes, como un simple resfriado, se convierten en una amenaza para la vida.
En otras palabras, el SIDA se trata de la consecuencia de la infección con el virus VIH (virus de inmunodeficiencia humana).
Afecciones del sistema inmunitario
¿Alguna vez te has parado a pensar por qué hay gente que se enferma con mayor frecuencia? La clave podría estar en su sistema inmunológico. Este sistema es el encargado de discernir entre lo propio y lo ajeno y enfrentarse a ello. Se trata de nuestra fuente de defensas frente a bacterias, virus e, incluso, el cáncer.
El sistema inmunológico está constituido por multitud de tipos celulares; algunos de ellos actúan como guardias de seguridad y otros se dedican a patrullar por nuestro sistema en busca de algún elemento extraño (antígeno) que deba ser eliminado.
Dependiendo de la calidad de vida de una persona, su sistema inmune puede ser más o menos efectivo. El estrés, la mala alimentación y la falta de sueño son algunos de los factores que debilitan el sistema de defensa de nuestro organismo.
La inmunopatología
En algunas personas estas defensas no funcionan correctamente, es aquí donde entra la inmunopatología. Se trata de la ciencia que estudia los procesos anormales y las enfermedades surgidas como consecuencia de distintos fallos en el mecanismo de la discriminación entre el yo y el no yo.
En las enfermedades autoinmunes el yo es tratado como el no yo. Es decir, nuestro sistema inmune ataca a células y tejidos sanos de nuestro propio organismo por error. Un claro ejemplo de enfermedad autoinmune es el lupus.
En las inmunodeficiencias el no yo es tratado como el yo. Es decir, nuestras defensas no son capaces de actuar contra cuerpos extraños para eliminarlos. En consecuencia, éstos tienen total libertad para deambular por nuestro organismo causando multitud de perjuicios.
Casi todas las inmunodeficiencias se manifiestan por un conjunto de síntomas o signos característicos. Todas desvelan que el sistema inmune del individuo tiene deprimidos o ausentes sus mecanismos de defensa. Podemos clasificar las inmunodeficiencias en dos tipos:
- Inmunodeficiencias congénitas. En este grupo se incluyen todos los defectos del sistema inmunológico con los que nacemos: trastornos en el desarrollo de las células inmunitarias, carencia o ausencia de anticuerpos o alteraciones de las principales armas del sistema inmune como el complemento o la fagocitosis.
- Inmunodeficiencias adquiridas. Es decir, trastornos del sistema inmune que se adquieren, atribuibles a la pérdida de anticuerpos o linfocitos, por causas extrínsecas: malnutrición, enfermedades subyacentes como leucemias o linfomas, tratamiento con fármacos inmunosupresores o infecciones víricas. Es el caso del SIDA.
De interés: Cómo mejorar el sistema inmune en los niños
El SIDA
Los virólogos Luc Montagnier y Barré-Sinoussi fueron los responsables del descubrimiento del VIH como agente causante de esta enfermedad. Este hito tuvo lugar en el año 1983 y les reportó el premio Nobel de Medicina en 2008; sin embargo, más de 20 años después aún no existe una vacuna efectiva contra este virus ni una cura para el SIDA.
Existen dos tipos de virus de inmunodeficiencia humana, el VIH-1 y el VIH-2, los cuales se diferencian principalmente por su composición genética.
El VIH-2 no es pandémico y es mucho menos patogénico que el VIH-1. Además, la infección con uno de los virus protege de contraer la infección con el otro; es decir, si una persona se infecta con el virus VIH-2 no hay riesgo de que contraiga la infección con el virus VIH-1.
Ver también: Los mitos y los hechos del VIH
Posible vacuna contra el VIH
Esto ha llevado a los científicos a pensar que una de las posibles soluciones al problema del SIDA podría ir de la mano del virus VIH-2. Diseñando vacunas basadas en este virus evitaríamos infectarnos con el tipo vírico más patogénico y, de este modo, evitaríamos contraer la enfermedad.
Sin embargo, como estaréis pensando, esto implica infectarnos conscientemente de otro virus potencialmente peligroso, y así es. Por ello, esta medida se utilizaría solo en aquellos casos en los que la infección por VIH-1 sea altamente probable. Por ejemplo, en el caso de personas con problemas de drogadicción.
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