Preocupación crónica: 3 efectos para tu salud y cómo afron

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Jun 30, 2020   Salud

La preocupación crónica es una condición muy común en nuestra actualidad, marcada casi siempre por el estrés y las presiones. Es un componente más de la ansiedad, un síntoma que, sin llegar a ser patológico en gran parte de los casos, ocasiona un gran agotamiento físico y emocional a diario.

Se sienten como tormentas mentales, como pozos sin fondo en los que caemos a diario. Donde no podemos dejar de pensar en ciertas cosas que no han ocurrido o que, sencillamente, forman parte de nuestro pasado.

Estas situaciones, ahí donde la mente se dedica a sufrir u obsesionarse por determinadas cosas, debilitan de forma patente nuestra productividad y, en esencia, nuestra calidad de vida.

Asimismo, es importante considerar que la preocupación como medio de afrontar los problemas no siempre es útil. ¿La razón? Cuando nos preocupamos en exceso aparece el negativismo y la indefensión. Por lo tanto, dejamos de ser útiles para nosotros mismos al no focalizarnos en estrategias más prácticas.

Aún más, tampoco debemos descuidar un detalle esencial: la preocupación crónica tiene un alto coste para nuestra salud. Veamos a continuación alguno de sus efectos y cómo afrontarlos con estrategias más eficaces.

1. Tensión muscular a causa de la preocupación crónica

Tensión muscular a causa de la preocupación crónica

Todos lo hemos experimentado alguna vez. Llegar la última hora del día y notar los músculos del cuello y la mandíbula mucho más rígidos y dolorasamente tensados.

La mayor parte de las veces no somos conscientes de la gran cantidad de reacciones biológicas que desencadena la preocupación excesiva, la cual, como ya hemos señalado, es un componente más de la ansiedad.

Cuando nos preocupamos en exceso a lo largo del día, nuestro cerebro empieza a liberar cortisol en sangre, la hormona del estrés. Lo que hace el cortisol es prepararnos para la huida o la pelea.

El cerebro manda a su vez gran parte de nuestra energía y circulación sanguínea hacia los músculos para ayudarnos a reaccionar. Estos procesos generan tensión muscular y articular, a la vez que cefaleas, dolores de estómago, mareos.

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¿Qué podemos hacer para reducir la tensión muscular?

Sabemos que el origen de esa tensión muscular y de esa sobrecarga es la preocupación crónica. La estrategia, por tanto, empezaría trabajando esos pensamientos obsesivos e intrusivos.

No obstante, para reducir el impacto de los efectos secundarios de la ansiedad, la preocupación y la carga cotidiana del estrés, podemos, sin duda, poner en práctica alguna estrategia.

Los ejercicios de corta duración pero de alta intensidad puede ayudar. Necesitamos liberar energía, canalizarla, cansar al cuerpo para calmar la mente. Elegiremos aquellos ejercicios que más se ajusten a nuestras características personales.

Debemos tener en cuenta, por ejemplo, que si tenemos una contractura lo ideal será ir con más cuidado. Las series de abdominales, las caminatas en la cinta o incluso bailar zumba puede ser muy catártico.

2. El cansancio y la preocupación crónica

El cansancio y la preocupación crónica

Ocurre en gran parte de los casos: las tormentas mentales, los ovillos de nuestras preocupaciones y esa ansiedad que no sabemos gestionar acaba impactando sobre nuestro cuerpo.

La mente consume toda nuestra energía. Ella carcome nuestros ánimos e incluso las ganas de llevar a cabo gran parte de nuestras responsabilidades cotidianas.

Poco a poco caemos cautivos de ese círculo vicioso y desgastante que ocasiona la preocupación crónica, donde el cansancio físico también nos hace prisioneros.

¿Qué podemos hacer para reducir el impacto del cansancio?

Una forma positiva de encarar la preocupación crónica es aplicando lo que se conoce como «preocupación programada«. Se trata de lo siguiente:

  • Establece un tiempo a lo largo del día donde dedicarte a encontrar una solución a esas preocupaciones.
  • Cuando aparezca un pensamiento disruptivo, dí a ti mismo «no es momento de darte poder, pensaré en eso cuando termine del trabajo y frente a un papel».
  • Toda preocupación debe servir para algo, para hallar una solución. Si la preocupación no tiene solución entonces no tiene sentido invertir tiempo en ella.
  • Asimismo, es importante que jamás llevemos esa «preocupación programada» a la cama, es decir, nunca nos acostaremos con una preocupación en mente.

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3. La preocupación crónica debilita nuestro sistema inmunitario

La preocupación crónica debilita nuestro sistema inmunitario

Preocuparnos por un proyecto, por una entrevista, por esa operación que tenemos en breve es algo natural y comprensible. Ahora bien, el auténtico problema surge cuando la preocupación se instala. Cuando aparece en nuestro día a día para ocupar cada uno de nuestros pensamientos.

  • Si, además, dichas elucubraciones y reflexiones internas son siempre negativas, todo ello tiene un impacto directo sobre nuestra salud.
  • No solo se eleva el nivel de cortisol en sangre, también se dispara la adrenalina.
  • Todo nuestro organismo está en «estado de alerta» porque el cerebro interpreta que hay un riesgo ante el cual reaccionar.
  • Todos los recursos biológicos y energía van hacia los músculos y al cerebro. Así, se descuidan por completo otros sistemas como nuestra inmunidad.
  • Dejamos por tanto de poder reaccionar de forma tan efectiva ante virus y bacterias. De ahí, que seamos más sensibles ante las infecciones, los resfriados, las alergias.

¿Qué podemos hacer para cuidar de nuestro sistema inmunitario?

No dejes para mañana la preocupación que sientes hoy. No permitas que el ovillo se haga más grande, no procrastines aquello que hoy podría tener solución.

  • Cuando sufras épocas de estrés y ansiedad procura cuidar tu alimentación con productos frescos y naturales. Evita ante todo la comida precocinada y rica en grasas saturadas.
  • Favorece tu socialización, compartir con otras personas tus preocupaciones, quedar con las amistades nos permitirá debilitar el foco de nuestras ansiedades. Quita importancia a aquello que te obsesiona o que solo ves de modo negativo.
  • Realiza ejercicio en un entorno natural al menos durante media hora al día. Oxigénate, activa tu circulación, quita tensión a tus músculos, libera tu mente.

Para concluir, tal y como hemos podido ver, la preocupación crónica puede afrontarse de muy diversos modos. Encuentra aquellas estrategias que más se adecuen a ti y empieza a canalizar tu ansiedad para disfrutar así de una mejor calidad de vida.